La tendencia en boga asume que lo más conveniente consiste en sustituir la interacción personal por una comunicación fría a través de la pantalla de un dispositivo electrónico.
Cuando la pandemia iniciaba su sigiloso avance sobre México, amenazó el estilo de vida al cual estábamos acostumbrados. En esos tiempos donde la incertidumbre atacaba nuestras mentes, nos vimos obligados a transformar de manera inmediata nuestra forma de llevar a cabo las actividades cotidianas, adaptándonos así a la idea del confinamiento que impactaría el importante mecanismo de una interacción viva por un amplio programa de virtualidad.
Nadie se imaginaba que de un día para otro, los sectores que forman a una comunidad entera vivirían radicalmente su visión, ahora a través de una pantalla. Nada iba a ser igual. La línea entre el trabajo y la vida doméstica se volvería tan borrosa como nunca antes.
Llevamos meses – aunque parezcan décadas – soportando horas y horas frente a esa barrera digital mientras toleramos la rutina doméstica, convirtiéndose ahora en lo que pareciera ser más una prisión. En donde el estrés y las conexiones inestables aumentan de manera estrepitosa, provocando la disminución de productividad en nuestras responsabilidades y afectando significativamente la salud mental de los seres humanos: evocando el enriquecedor estudio realizado por Oracle and Workplace Intelligence, LLC.
Los humanos somos seres sociales, necesitamos de las experiencias y sorpresas que vienen con el simple hecho de coexistir. La pregunta decisiva aquí es: ¿Vivir o fingir que vives?
Hemos librado las primeras batallas, queda combatir la realidad del regreso al mundo verdadero. Un mundo que tiene por ofrecer un sin fin de curiosidades y auténticos espacios para impulsar nuevas ideas. El ambiente en donde uno se desenvuelve, marca la pauta para el estilo de vida que el ser desea. No confinemos nuestra mente, busquemos esa libertad que está al alcance de quien lucha por ella.
