Me es imposible entrar a un lugar y no pensar en la historia que cada rincón de ese espacio pueda tener. Desde mi perspectiva, las paredes, repisas, suelos, ventanas y pintura del lugar guardan en sí, experiencias inimaginables y relatos distintos a los que un ser humano pueda expresar.
Era un día como cualquier otro, disfrutaba de la vista, los espacios amplios y la comodidad de mi escritorio con proyectos a realizar. Escucho un retumbo. Volteo a mi derecha y ocurre lo siguiente: todo se sacude, la silla se cae y las lámparas no dejan de balancearse. Me levanto y observo desde la ventana que los edificios más altos parecían que bailaban a un ritmo tormentoso. Experimentaba un sismo.
En medio de la batalla entre mi conciencia y entendimiento, concluía que un espacio público debe estar preparado para eventos naturales a los que todo ser vivo se confronta.
Al elegir un futuro espacio donde nuestros trabajadores serán protagonistas de horas de dedicación y esfuerzo en el trabajo, es importante considerar para las compañías la posibilidad de experimentar el fenómeno natural que sacude la tierra, los cimientos del lugar y además sacude las emociones y pensamientos.
Cientos de personas en una ciudad, miles en el país y millones en el mundo viven a su ritmo y su propio estilo. Pero, aunque las vivencias no sean la mismas, el territorio sobre el cual nos fundamos deseamos que sea seguro y preventivo.
Si bien, poder recorrer pocos minutos desde mi cómodo hogar, hasta el inmueble laboral es factor decisivo, el mundo en el que vivimos es impredecible. Por lo que la zona en el cuál se pasarán horas y horas debe estar en una localización donde se reflejen los lazos por aquellos que no desean experimentar de nuevo una sacudida de gran nivel.
A pesar de que es imposible asegurar que un lugar es 100% seguro y libre de sismos, el área suburbana de Santa Fe en la Ciudad de México, cuenta con este factor trascendente, que al encontrarse en la parte más alta de la cuenca del valle tiene muy poco impacto sísmico. Convirtiéndose así, no solo en un espectáculo de arquitecturas modernas sino en el espacio en donde se encuentran complejos destinados a recibir exitosamente un movimiento de placas tectónicas.
El mejor lugar, no es aquél que yace en mis pensamientos más alocados, sino aquél que forma quienes somos y que nos da la libertad de crear un nuevo y mejorado yo.
